martes, 8 de diciembre de 2009

Presencia de TJ y SD en Los Pinos


En Los Pinos el Presidente Felipe Calderon entregó el Premio de Derechos Humanos 2009 al mexicoamericano radicado en San Diego a Enrique Morones por la protección de migrantes que intentan llegar a Estados Unidos y dio la bienvenida en la ceremonia el Ombudsman Nacional, al tijuanense Raul Plascencia Villanueva, convocó a una jornada por la cultura de la legalidad.


Los derechos humanos son la ética de la democracia, son una conquista de la razón, son una conquista de la conciencia. La defensa de los derechos humanos es la expresión de la dignidad humana en cualquiera de sus manifestaciones, en cada vida. Y, por eso, para mí, amigas y amigos, es un honor el poder estar hoy con todos ustedes en la entrega del Premio Nacional de Derechos Humanos 2009, dijo al iniciar su discurso el presidente Calderon.


Por la importancia del evento, ya que aborda temas que estan muy relacionados con nuestra region, se publica aqui parte dle discurso del mandatario ya que ademas de entregar el Premio a Morones le dio la bienevenida al recien nombrado Raúl Plascencia Villanueva, nuevo Comisionado Nacional de Derechos Humanos, Presidente de la Comisión, nuevo Ombudsman nacional.


Quiero, en primerísimo lugar, darles, desde luego, la cordial bienvenida a todos aquí, a Los Pinos, pero muy especialmente al doctor Raúl Plascencia Villanueva, nuevo Comisionado Nacional de Derechos Humanos, Presidente de la Comisión, nuevo Ombudsman nacional.

Yo quiero felicitarlo, doctor Plascencia, por su nombramiento al frente de esta institución medular, fundamental para los mexicanos, para la República.

Y quiero decir, amigas y amigos, que esta renovación en la Presidencia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos es una magnífica oportunidad para a la vez renovar el compromiso de todos nosotros y renovar también en la Presidencia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y con la Presidencia de la República el compromiso de trabajar juntos en la defensa de los mismos.

Pienso que la llegada del doctor Plascencia, y así lo considero señor Presidente, debe ser una oportunidad para iniciar una nueva era en la que trabajando juntos avancemos en la causa de los derechos humanos.

Quiero asegurarle que el Gobierno Federal está en la mejor disposición de colaborar muy estrechamente con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en la defensa de las libertades y, desde luego, de las garantías protegidas para todos.

Hoy hemos entregado el Premio Nacional de los Derechos Humanos a Enrique Morones Careaga. Un hombre entregado a los demás, un hombre entregado a la causa de la gente, un hombre entregado al prójimo; alguien que, como lo hemos escuchado hoy en su apasionado discurso, que refleja la manera en que él es, cómo piensa y qué es lo que busca, ha sido fundamental, precisamente, en la defensa de los derechos humanos en la frontera y, particularmente, en la defensa de los derechos de los migrantes mexicanos y latinoamericanos en Estados Unidos.

Él ha dedicado su esfuerzo, su talento, su tiempo a salvar la vida de quienes cruzan la frontera y que son víctimas de todo tipo de vejaciones. Y como bien ha dicho él, no sólo en Estados Unidos, sino, y por desgracia, también en México.

Desde que conocí a Enrique Morones, hace ya tiempo, me quedé vivamente impresionado de su persona, de su compromiso, de su gran amor a los demás y de su gran amor a México.

Y qué bueno que hoy se otorgue este merecido reconocimiento a Enrique Morones, porque sirve, además de aliciente, para él y los suyos, los que lo siguen, los que lo impulsan y, saludo, desde luego, también, a su familia, a su señor padre, a sus familiares aquí presentes, también sirve de ejemplo para todos nosotros, especialmente para quienes tenemos una responsabilidad enorme en la conducción de México y, por ende, en la protección de los derechos humanos de los mexicanos y, desde luego, de los migrantes.

Sin duda, el mayor peligro de la travesía está en quienes cruzan los desiertos de Arizona, de California, en quienes tienen que arriesgar la vida al cruzar el río, al enfrentar la migra. Y en esos momentos de cansancio, en esos momentos de sed y de hambres extremas han perdido la vida miles de compatriotas mexicanos y también centroamericanos.

Se calcula que mueren al año más de 400 personas tratando de cruzar la frontera. Como bien dice Enrique, muchos, pero varias veces más que todos los que murieron en los años en que duró la construcción del Muro de Berlín.

Y para aquél que está sediento en el desierto y abandonado, por quienes lucran, precisamente, con la suerte de estos migrantes, él ha creado esta organización: Ángeles de la Frontera. Y Ángeles de la Frontera lo es, literalmente, para quienes están ahí, porque les llevan: agua, comida, cobijas, hasta los lugares que se encuentren.

Por eso Enrique, nuestro galardonado con toda justicia, es hoy reconocido a nivel nacional.

Pero hay que decir que él no se ha quedado ahí. También ha tenido la voluntad no sólo de ayudar al migrante en su travesía, sino de mejorar las condiciones de vida de nuestros paisanos. Ha tenido la valentía de protestar pacíficamente contra medidas que atentan contra la dignidad de los indocumentados.

Ha tenido el valor y la energía de exigirnos a los Gobiernos, al de Estados Unidos y al de México, el cumplimiento de nuestras responsabilidades.

Qué memorables fueron, precisamente, las jornadas en donde, por primera vez, quizá en décadas, salieron a la calle, en California, en Illinois y en varios estados de la Unión Americana, miles y miles de migrantes reclamando sus derechos.

Qué importante ha sido la labor de Enrique Morones para mover el corazón político en los Estados Unidos, a fin de que, precisamente, se genere una presión singular, a fin de que se apruebe una reforma migratoria integral, justa, sin más palabras, una Reforma Humana para quienes enriquecen y fortalecen la economía de los Estados Unidos.

Enrique Morones, por todo esto, es un ejemplo a seguir para quienes creemos en la ley y, sobre todo, creemos en la justicia y en los derechos humanos.

He escuchado, además, con toda atención el video y el mensaje, insisto, tan emotivo que él nos ha dirigido a todos nosotros.

Y quiero decirte, Enrique que, a nombre del Gobierno mexicano, lo que señalas lo recojo con profundo respeto y con profundo compromiso.

El documento, además, que me acabas de entregar, que alcancé muy rápidamente a ver en la carta introductoria, el apoyo, por ejemplo, a los Grupos Beta; le he pedido, aquí mismo, al Secretario de Gobernación que vea cómo podemos fortalecer esta estrategia también muy buena de parte del Gobierno que ayuda a los migrantes.

No tenía yo conocimiento del tema del número 01 800 que solicitan, pero eso creo que lo podemos solucionar sin mayores complicaciones. Y, desde luego, trabajaremos en lo que tú señalas sobre el Proyecto de Casas México y, particularmente, en la promoción que estamos haciendo a nivel internacional para dar a conocer nuestro país al mundo. En fin.

Yo le comunicaré con mucho gusto a Margarita, que precisamente hoy está en Estados Unidos, entre otras cosas, visitando una comunidad de migrantes mexicanos en el área de Nueva York, además de otras tareas a las que ha sido invitada. Pero tú sabes, ella está profundamente comprometida con esta causa y, desde luego, le transmitiré tu invitación y yo también me doy por invitado al Parque de la Amistad, donde incluso alguna vez hemos estado tu y yo juntos con otras gentes.

Pero, sobre todo, Enrique no sólo tomo nota, sino recojo profundamente lo que señalas: de que no se vale pedirle al norte lo que nosotros no estamos haciendo en el sur, de que si nosotros queremos ser tratados con dignidad cuando llegamos a otro país, hay que practicar eso nosotros aquí mismo, en nuestro México. Y debemos tratar a los demás como queremos que los demás nos traten a nosotros.

Créeme Enrique, y sé que lo sabes, que comparto personalmente esa visión, y por eso en el Gobierno estamos trabajando para revertir tantos y tantos años, acciones, vicios, inercias que han dejado una huella terrible, precisamente, en quienes son migrantes en México y, fundamentalmente, migrantes de paso a Estados Unidos.

Primero. Estamos buscando garantizar que las personas que ingresan sin documentos a nuestro territorio sean tratadas con dignidad. Hemos reforzado acciones para prevenir y sancionar cualquier abuso de agentes y funcionarios de todas las instancias de Gobierno, además para combatir los casos de corrupción.

Estamos haciendo un esfuerzo muy importante de depuración tanto en el Instituto de Migración, como en Aduanas, pero, particularmente, en Migración para cancelar esta vergüenza, precisamente, del abuso de autoridades mexicanas a migrantes y estamos persiguiendo penalmente todas las irregularidades reportadas.

Segundo. Estamos haciendo cosas que pueden facilitarle la vida a los migrantes. Hace unas semanas estuve en Guatemala, por ejemplo, y le anuncié a los guatemaltecos algo de lo cual no sólo estoy convencido, sino que ya lo estamos poniendo en práctica, que a partir del próximo año todos los guatemaltecos podrán contar con una forma migratoria de visitante local, que les permitirá ingresar a los estados fronterizos mexicanos sin ningún problema; es decir, que los guatemaltecos sientan y sepan que ésta es su casa.

Tercero. Hemos actualizado y simplificado los trámites para entregar permisos de trabajo a nuestros vecinos de la Frontera Sur: a guatemaltecos, a hondureños, salvadoreños, costarricenses, panameños; ellos tienen la posibilidad ahora de tener una Forma Migratoria mexicana para trabajar, precisamente, en los estados donde trabajan aquí, en México.

Y cuarto. Hemos creado un cuerpo especializado dentro del Instituto Nacional de Migración que garantiza la protección de las niñas, los niños y los adolescentes migrantes no acompañados.

Una causa, por cierto, en la que Margarita, mi esposa, ha abogado enormemente y que ha abrazado con entrega y con dedicación: la causa de los niños migrantes no acompañados, que son capturados y abandonados a su suerte en la frontera, a pesar de que no pueden hacerse valer por sí mismos, de que están asustados, de que se ha abusado de ellos.

Esos niños migrantes, si bien es cierto que todos los migrantes deben merecer nuestra atención, ellos en primer lugar, deben de tener, además, la prioridad de nuestro esfuerzo y de nuestro afán.

En esto de los niños migrantes no acompañados, estamos creando los oficiales para la protección de la infancia, que son únicos en su tipo a nivel internacional, hay que decirlo; y que tienen como su misión ayudar, primero, a atender a los niños que son puestos en las instalaciones migratorias mexicanas en Frontera Norte o en Frontera Sur, y ayudarles a que regresen salvos a sus hogares.

Y quinto. Algo muy importante. Es una pena, es una tragedia, diría yo, que ahora las mayores formas de abuso contra los migrantes que entran a México son, en mi opinión, provenientes de criminales, de bandas organizadas, de traficantes, lo mismo de personas, que de armas y que de drogas.

Y que abusan a tal grado de los migrantes que no dudan en secuestrar, en pedir dinero a sus familiares en Estados Unidos, para poder liberar a los migrantes; en violar a las migrantes y en asesinar, incluso, a quienes no les reportan una utilidad criminal, por no tener algún pariente claramente establecido en los Estados Unidos.

Y esa para mí es otra, otra razón más para no cejar en la lucha contra el crimen organizado, para desoír las voces que ingenuamente pretenden que simplemente el Estado se retire de esa lucha, como si esos problemas se fuesen a solucionar por arte de magia.

Lo mismo en Tapachula, en Chiapas, que en todo el trayecto por Oaxaca o Veracruz, que su llegada a Reynosa o Ciudad Juárez. Estos problemas de criminalidad abusiva sobre la gente sólo se pueden resolver cuando hay una determinación firme de la sociedad o del Gobierno. Y del Gobierno diría yo.

Sin una resolución firme de la sociedad y del Gobierno no habrá solución mágica para el abuso de la criminalidad organizada sobre nuestras sociedades.

Así que, la causa de los migrantes es también causa del Gobierno Federal. Y ninguna política migratoria, lo sabemos, puede estar encima de los derechos de las personas.

Yo quiero asegurarles que, a través de los programas que he descrito, a través del Programa de Repatriación Humana, por ejemplo, en el que ofrecemos alimento, cobijo, atención médica y comunicación con sus familiares y facilidades para volver a su lugar de origen a los que son deportados y donde hemos atendido ya a 170 mil mexicanos en el programa.

Vamos a seguir buscando entre estos y otros programas, soluciones que permitan regularizar la situación migratoria de nuestros paisanos en Estados Unidos.

Y, desde luego, en el plano diplomático y de Gobierno, vamos a seguir luchando por hacer valer sus derechos. Que se reconozca su valiosa aportación al progreso de la sociedad norteamericana y que se reconozca ante todo su dignidad de persona.

Como he dicho. Tenemos, mi esposa de manera más cercana, yo tengo familiares cercanos, amigos, que están en Estados Unidos y a quien no hemos podido ver en muchos, muchos años, precisamente, por la situación que padecen.

Pero sabemos que ellos aportan a esa sociedad, enriquecen con su trabajo responsable, generoso, la calidad de vida de muchos norteamericanos.

Y esperamos que algún día esto que es un fenómeno social y económico que no se puede detener ni por decreto ni por muro alguno, se reconozca como lo que es, una realidad que debe ser canalizada, encauzada y regida por normas sensatas que permitan la prosperidad de la gente en ambos lados de la frontera.

También esta mañana quiero hacer una especial mención a quien se ha ganado, merecidamente, merecidísimamente, diría yo, una mención especial en el Premio de Derechos Humanos.

Una mujer, una mexicana extraordinaria, Lorena Elizabeth Argueta Hernández; que es por su incansable labor altruista en favor de los derechos humanos, además, en una causa que debe merecer también el respaldo de todos. La lucha por los derechos humanos de las niñas, de los niños, de los adolescentes.

Es encomiable, por ejemplo, como Lorena ha trabajado en algo que también está presente como una realidad lacerante en nuestro México.

Desde su Fundación Camino a Casa, ella ha brindado atención y rehabilitación, además una rehabilitación especializada a quienes son víctimas del deleznable delito de la explotación y el abuso; a niñas y niños que han sufrido más, estoy seguro, que cualquier niña o cualquier niño en México y en el mundo, quizá.

A quienes sufren el abuso de otros y que sólo a través de almas justas y caritativas, como la de Lorena, pueden encontrar, precisamente, un horizonte distinto, una esperanza y una perspectiva.

Saludo, además, que Lorena trajo a muchas de sus pupilas, sus hijas, sus amigas, sus protegidas, sus hermanas, en fin, a niñas y niños que, gracias a Lorena, han encontrado un lugar, el lugar que siempre merecieron en la vida y que tuvieron la fortuna de encontrarse en su camino con el alma de Lorena, a quien, afortunadamente, tenemos aquí presentes.

Quiero decirles que queremos sumarnos a esta noble causa. Por esa razón se publicó la Ley para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas que prevé hasta 18 años de cárcel para quienes explotan a niñas, niños y adolescentes.

Y más que ello, amigas y amigos, yo quiero también reafirmar aquí la inquebrantable voluntad del Gobierno de promover, de defender, de proteger derechos de niños y jóvenes, y queremos ir de la mano con la sociedad civil y sus organizaciones a este respecto.


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